FIZ

DAS TRIPAS,

CORAZÓN

Sobre “Fiz das tripas, corazón”
Por María Carolina Baulo

La obra de Ileana Hochmann transita,  desde sus comienzos,  caminos dónde la búsqueda fundamental se basa en una indagación sobre su historia personal la cual es traducida,  más o menos de forma evidente, en un corpus de obra que siempre evoca lo autorreferencial sin por ello desconocer el contexto en el cual se inscribe su discurso. Ese detalle no menor, aporta la cuota necesaria de adaptación a las posibilidades plásticas y estéticas que ofrece la contemporaneidad,  manteniendo su producción consecuente en cuanto a contenido y multidisciplinaria en lo referente a presentación formal de la obra.

En la presente propuesta, es a partir de una situación límite que nace esta suerte de “ritual antropofágico” -como ella lo describe- el cual consta de tres imágenes que describen una danza donde se revela parte la imagen, única imagen,  protagonista en la obra. A modo de predela, al pie del tríptico en el centro, la imagen se revela: una foto analógica, sin intervención alguna cuenta la historia de un rostro -el de la propia artista- desplegado en el tiempo; una fotoperformance donde a partir de la imagen tomada en el momento de parir a su hija hace 40 años, se desarrolla una obra absolutamente contemporánea, fotografía impresa en terciopelo emulando una prenda de vestir, la cual es acompañada por múltiples tomas desplegadas alrededor cual fotogramas de una danza ritual que ella misma desarrolla vistiendo esa prenda.

La separación de los cuerpos de la imagen, se une gracias a las toscas costuras con las cuales la tela es intervenida, se reconstruye poéticamente un momento único dónde el desprendimiento físico, el corte, la separación tan maravillosa como traumática, es llevada a formar parte de un acontecimiento del presente.  Dice Ileana: “Al portar esta suerte de “poncho” ingiero metafórica y simbólicamente el nacimiento en el aquí y el ahora. Ida y vuelta, juntos, pasado, presente. Sin principio ni final”.

Creo que la propuesta de Ileana Hochmann se inscribe dentro de las prácticas artísticas contemporáneas que contemplan tanto la novedad como la factura estética cuidada y la fundamentación conceptual sólida,  sostenida por muchas décadas de trabajo buscando dar cuenta de una historia personal sin por ello condicionar las lecturas que puedan hacerse desde la mirada subjetiva de cada espectador. Porque quizás su historia no es tan distinta a la del resto de los mortales, una lucha incesante por resistir, dignamente, a pesar de todo. Y yo agregaría, en su caso puntual, que lo hace de una forma soberbia.

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