Fernando Cocchiarale
Ileana Hochmann: entre lo que se puede ver y lo que un día fue visto…..
Ileana Hochmann me contó recientemente que su interés por la visualidad empezó aun en la infancia, cuando se mudó con la familia de Argentina a Brasil. Ya radicado en Río de Janeiro, su tío – reconocido escenógrafo de la escena teatral carioca – solía mostrarle su trabajo escénico cuyo lado estructural, invisible al público, era accesible apenas a los frecuentadores de los bastidores y pasillos, como ella.
Para la chica inmigrante, la vida en el nuevo país probablemente acabó por relegar sus memorias argentinas a los bastidores de su cotidiano brasileño. Por extensión, ella pasó a percibir que las experiencias, visuales o no, igualmente poseen bastidores que, espontánea o intencionalmente, pueden llegar a aflorar.
El retorno a su Buenos Aires natal hace menos de una década parece, inversamente, haber desplazado las memorias de la mayor parte de su vida (entre Niterói y Río de Janeiro) hacia los bastidores de su experiencia porteña. Sin embargo, la especulación sobre la nacionalidad de Hochmann, y la reducción de su trabajo a esta o aquella técnica, no pueden desvelar la compleja trama que da sentido a la producción de la artista.
Cualquier intento de confinar a Ileana en uno de los diversos caminos por ella recorridos, resultaría en el soterramiento de parte fundamental de sus experiencias afectivo-amorosas y artísticas. Los flujos de tales experiencias, permanentemente marcados por vivencias nacionales diversas – cuyo predominio se alternó a lo largo de su vida – fundamentan el tránsito existencial de Hochmann entre: Argentina (Buenos Aires) y Brasil (Río de Janeiro); positivo y negativo (grabado, fotografía, imagen digital); bi y tridimensionalidad (rollos), en fin, entre lo que se ve y la reversibilidad de lo invisible (de la que ella existencialmente se alimenta y, sobretodo, produce).
Sub_19 muestra, en la galería Cândido Portinari del Palazzo Pamphilij (sede de la Embajada de Brasil en Roma) la producción de Ileana Hochmann de los últimos años: trabajos que ultrapasan el ámbito convencional de medios como grabado y fotografía, ya que son no sólo mezclados por la artista, sino también expandidos de sus soportes planos hacia el espacio tridimensional.
Muchas de sus obras resultan del reprocesamiento de obras precedentes, a partir de la reversión de las características espacio-objetuales de las versiones originales – caso, por ejemplo, de las impresiones circulares, de base fotográfica (en que imágenes de tiras de papel grabadas manualmente, interpenetran un hueso ahuecado). Situadas en la parte superior de los papeles, estas impresiones evocan fotografías esmaltadas comúnmente fijadas a lápidas. En la parte inferior de esos trabajos, debajo de la impresión circular en un lugar comúnmente ocupado por leyendas, se ve la impresión de la imagen horizontal de una tira de papel artesanalmente grabada y rematada con un nudo.
Al transformar obras inicialmente concebidas y producidas como objetos (hechos con grabados y pedazos de caracú), en imágenes fotográficas impresas, Ileana neutraliza su materialidad efectiva y transmuta su semántica. Compuestos a partir de fragmentos de cosas reales, los dispositivos fotografiados (tanto sus componentes individuales como su ordenación del conjunto) no son inmediata y plenamente reconocibles.
Papeles con imágenes similares a las anteriormente mencionadas (tiras de grabados y caracúes), junto a otros con escenas subterráneas del Palazzo Pamphilij están expuestos enrollados sobre una mesa oval, traída del palacio para la Galería. Originalmente planas, las superficies de papel enrolladas se tornan cilíndricas. Apoyados verticalmente sobre la mesa que los exhibe, esos rollos retoman, geométricamente, la tridimensionalidad orgánica en que fueron generados. Se trata, por lo tanto, de objetos que ocultan parte de las impresiones hechas sobre sus superficies y que, por consiguiente, resisten a la identificación, en su actual configuración, de etapas procesuales anteriores.
Sin embargo, el hilo conductor de Sub_19, puntuado por imágenes digitales de los subterráneos del propio palacio que alberga la muestra, trae a la superficie – por medio de analogía histórico-arqueológica – el trazo invisible, pero fundamental, de la mirada, del método de producción y trabajo de Ileana.
Construido sobre un caserío que anteriormente ocupaba parte del sitio arqueológico del circo Domiciano, el Palazzo Pamphilij (inaugurado en el siglo XVII) oculta, en sus subterráneos, vestigios del pasado romano (de la Roma Imperial y de otras Romas a ella superpuestas y, a su vez, igualmente soterradas). Fotografiadas por Davy Alexandrisky y trabajadas por la artista – quien interviene con transparencias impresas sobre algunas áreas de los trabajos –, imágenes de parte de estos vestigios están silenciosamente expuestas a la mirada pública, sin cualquier explicación, en el propio edificio que, metros abajo, les sirve de sepulcro. Traerlas a la superficie, mostrarlas otra vez en el mismo sitio que, en el pasado, las edificaciones a los cuales pertenecían brillaban bajo el sol, parece calificar el conjunto de la acción poética de Ileana Hochmann: de los bastidores de su infancia fluminense, ella teje lo que nos quiere dar a ver, por medio de presupuestos visuales circunstancialmente ocultos.